“El silencioso pero trascendental deslizamiento hacia la barbarie”

Traducción del discurso de Gunther Trübswasser, presidente de de la ONG austríaca SOS-Derechos Humanos, dado el 5 de mayo 2018 en el marco de la celebración de la liberación del campo de concentración Gusen organizado por el Comité del Memorial Gusen.

Una visita al monumento conmemorativo de Gusen es siempre algo especial, más aun durante las celebraciones internacionales de la liberación a principios de mayo. Hace unos veinte años durante una visita guiada, por invitación del comité de servicio conmemorativo, pude conocer más acerca de la historia del antiguo complejo del campo y de las personas detenidas. En años posteriores pude hablar con sobrevivientes y cada vez me surgen más preguntas acerca de lo incomprensible. Entre el profundo dolor y la simpatía personal que siento por el destino despiadado de los detenidos se han sumado repetidamente sentimientos de esperanza y confianza debido a los muchos años de exitosa labor educativa del Comité de Servicio Conmemorativo y los esfuerzos de muchas personas de la región por devolver la dignidad a las víctimas.

Cualquiera que haya visto a los numerosos jóvenes, a las delegaciones de las ciudades hermanadas y a las delegaciones de los países de origen de las víctimas en las ceremonias de conmemoración año tras año, se habrá dado cuenta de que las palabras del juramento de los prisioneros liberados de 1945 no han perdido su significado y siguen viviendo en las nuevas generaciones. Éstas son: “Seguiremos un camino común, el camino de la libertad indivisible para todos los pueblos, el camino del respeto mutuo, el camino de la cooperación en la gran obra de construir un mundo nuevo, justo y libre para todos. Siempre recordaremos con qué grandes sacrificios sangrientos de todas las naciones se luchó por este nuevo mundo”.

Hoy, 5 de mayo de 2018, se cumplen justo 73 años desde que los últimos 20.000 prisioneros que pasaron por el infierno de Gusen fueran liberados por las tropas estadounidenses. Sin embargo, muchos de los sobrevivientes liberados estaban tan enfermos y débiles que murieron a los pocos días. Quienes siguieron con vida se les dio formalmente su libertad, pero ya les habían sido arrebatadas para siempre su vida anterior en paz, con sus familias, sus esperanzas y expectativas personales.

Nos inclinamos ante aquellos a quienes todavía hoy podemos decir cuán seriamente tomamos sus palabras de mayo de 1945, que continuaremos manteniendo vivo el recuerdo de sus sufrimientos y que haremos todo lo posible para asegurar que no se repitan pensamientos y acciones inhumanas similares.

Aún hoy recuerdo mi primera visita a Gusen hace veinte años, la visita al antiguo complejo del campo. Siempre nos afectará el inimaginable martirio de las víctimas del campo de concentración. Es incomprensible para mí hasta el día de hoy que este mundo irreal de tortura y muerte de Gusen es vecino inmediato de una comunidad rural y que poco después de la liberación de 1945 este distrito del infierno se convirtiera en un tranquilo distrito de villas.

Ya entonces era muy consciente de las atrocidades de los campos de trabajo y de exterminio nacionalsocialistas. Conocía el antiguo campo de concentración de Mauthausen y algunos de sus llamados subcampos. Pero Gusen era diferente y todavía lo es para mí hoy. Gusen es un testimonio de lo silencioso que puede ser el dramático deslizamiento hacia la barbarie cuando las condiciones políticas se dirigen contra la humanidad y la dignidad. Y cómo la normalidad puede entonces volver a la normalidad, de modo que incluso las heridas de lo ocurrido se vuelven invisibles. Para mí, Gusen representa la conexión con nuestras preguntas de hoy, con la actualidad de las lecciones que tenemos que aprender de su historia y las tareas resultantes, que no debemos eludir.

Ningún régimen inhumano como el de los nacionalsocialistas llegará fácilmente al poder a menos que el suelo social haya sido preparado ideológicamente en primer lugar. Me gustaría llamarlo el silencioso pero trascendental deslizamiento hacia la barbarie. Fueron los genetistas humanos, los higienistas raciales, los antropólogos, los médicos, los psiquiatras y personalidades reconocidas aún hoy en día quienes se pusieron al servicio de la “ideología racial”, la “eugenesia” o el “levantamiento popular” mucho antes de que los nazis tomaran el poder. El antisemitismo omnipresente y la visión pseudocientífica de que la “destrucción de la vida indigna en aras de preservar una vida digna de ser vivida” ganaron importancia, se convirtieron ya en la década de 1920 en parte del “sentimiento saludable de la gente” y de la cultura orientadora que todo lo abarca. Con su locura racial y su desprecio por los extranjeros, los llamados “subhumanos”, los nacionalsocialistas pudieron construir sobre el suelo envenenado.

La gente se convirtió en judíos, los demócratas se volvieron antisociales, las personas con discapacidades se convirtieron en medios de vida inviolables y de disidentes traidores del pueblo. Incluso antes de que las primeras personas fueran enviadas a los campos de concentración y antes de que fueran sistemáticamente asesinadas por millones, se les habían quitado primero su dignidad, sus derechos y, finalmente, su humanidad. Durante mucho tiempo hubo un consenso generalizado e inhumano al respecto. La democracia y el estado de derecho han abdicado, al igual que los derechos humanos han perdido todo su significado. ¿Qué nos quiere contar hoy la historia de Gusen?

En primer lugar, puede hacernos tomar conciencia de que el peligro de los albores de un Estado injusto, de una dictadura o incluso de una guerra puede tener presagios silenciosos, pero los que quieren verlo pueden verlo, los que son capaces de leerlo, pueden leerlo, los que quieren oírlo, pueden oírlo y los que son capaces de sentirlo pueden sentirlo. Tales presagios silenciosos deben ser percibidos cuando las personas que muestran compasión por otros son difamadas como “buenas personas”. Cuando se construyen imágenes de enemigos y se etiquetan a extraños como chivos expiatorios, cuando se permite que una revista austriaca llame a los antiguos prisioneros de los campos de concentración con impunidad “flagelos de la tierra” y “asesinos en masa”, cuando un Ministro del Interior quiere “concentrar” a los refugiados, o cuando se puede dirigir el odio contra los refugiados y los mendigos sin ninguna protesta.

En segundo lugar, cuando vemos, leemos, oímos o sentimos tales presagios, tenemos que aguantar la pregunta de si estamos haciendo algo al respecto, si nosotros -la sociedad civil- estamos protestando o si nos permitimos la conveniencia de mirar hacia otro lado, de no leer, de no escuchar y de no sentir emoción.

Lo que nos enseñan los crímenes de los nazis y de campos como el de Gusen es la infiltración apenas notoria de la inhumanidad, el odio y el desprecio extremo en el corazón, en medio de nuestra sociedad, hasta que todos ellos se convierten finalmente en “sentimiento popular”.

Por último, hoy tenemos la tarea de mantener vivo el recuerdo de la injusticia cometida, de sentirnos comprometidos con los derechos humanos decididos por las Naciones Unidas hace exactamente 70 años en respuesta a las atroces experiencias de la Segunda Guerra Mundial, y de defender nuestra democracia y sus valores fundamentales.

Por eso de nuevo este año vinimos a Gusen para inclinarnos ante las víctimas, para fortalecernos unos a otros y para sacar nuevas fuerzas junto con las muchas personas comprometidas y los jóvenes de grandes partes de Europa. ¡Gracias por venir!

Fotos de Marcelo Expósito


Original der Ansprache von Gunther Trübswasser, Vorsitzender von SOS Menschenrechte, die er am 5. Mai 2018 im Rahmen der vom Gedenkdienstkomitee Gusen organisierten Befreiungsfeier des KZ Gusen gab.

Ein Besuch der Gedenkstätte Gusen ist – vor allem zu den internationalen Befreiungsfeiern Anfang Mai – immer etwas Besonderes. Seit ich vor rund zwanzig Jahren auf Einladung des Gedenkdienst-Komitees bei einer Führung durch das Areal des ehemaligen Lagerkomplexes mehr über dessen Geschichte und die hier inhaftierten Menschen erfahren konnte, seit ich in all den Jahren danach mit Überlebenden sprechen durfte, umso mehr Fragen haben sich mir über das Unfassbare gestellt. Hin und her gerissen zwischen tiefer Trauer und persönlicher Anteilnahme am gnadenlosen Schicksal der hier Inhaftierten einerseits und der langjährigen, erfolgreichen Aufklärungsarbeit des Gedenkdienst-Komitees und dem Bemühen vieler Menschen aus der Region, den Opfern ihre Würde wiederzugeben, andererseits, haben sich zu hilfloser Betroffenheit immer wieder auch Gefühle der Hoffnung und Zuversicht gesellt.

Wer Jahr für Jahr bei den Gedenkfeiern die vielen jungen Menschen, die Delegationen aus den Partnerstädten und aus den Heimatländern der Opfer erlebt hat, wird erkannt haben, dass die Worte des Schwurs der befreiten Häftlinge von 1945 nichts von ihrer Bedeutung verloren haben, weil sie in neuen Generationen weiterleben. Sie lauten: „Wir werden einen gemeinsamen Weg beschreiten, den Weg der unteilbaren Freiheit aller Völker, den Weg der gegenseitigen Achtung, den Weg der Zusammenarbeit am großen Werk des Aufbaus einer neuen, für alle gerechten, freien Welt. Wir werden immer gedenken, mit welch großen blutigen Opfern aller Nationen diese neue Welt erkämpft wurde.”

Heute, am 5. Mai 2018 ist es auf den Tag genau 73 Jahre her, dass die letzten 20.000 Inhaftierten, die durch die Hölle von Gusen gehen mussten, von amerikanischen Truppen befreit wurden. Viele der damals befreiten Überlebenden waren aber so krank und geschwächt, dass sie den 5. Mai 1945 nur um wenige Tage überlebt haben. Und den anderen, die in der Folge auch diese Zeit überlebt haben, hat man zwar formell ihre Freiheit gegeben, aber ihr früheres Leben in Frieden und mit ihren Angehörigen, ihre persönlichen Hoffnungen und Erwartungen waren ihnen für immer genommen worden.

Wir verneigen uns vor jenen, denen wir heute noch sagen können, wie ernst wir ihre Worte vom Mai 1945 nehmen, dass wir das Erinnern an ihre Leiden weiterhin wach halten und dass wir alles daran setzen werden, dass sich ähnlich menschenverachtendes Denken und Handeln nicht wiederholen kann.

Mir ist mein erster Besuch in Gusen vor zwanzig Jahren und der Rundgang durch das Areal des ehemaligen Lagerkomplexes bis heute so gut in Erinnerung, einerseits, weil uns das unvorstellbare Martyrium der KZ-Opfer immer betroffen macht. Andererseits war auch die unmittelbare Nachbarschaft dieser irrealen Folter- und Todeswelt von Gusen zu einer ländlichen Dorfgemeinschaft sowie die bald nach der Befreiung von 1945 erfolgte Umwidmung des Bezirks der Hölle zu einem beschaulichen Villenviertel das Unfassbare, das mich bis heute beschäftigt.

Mir waren damals schon die Gräuel der nationalsozialistischen Arbeits- und Todeslager wohl bewusst. Ich kannte das ehemalige KZ Mauthausen und einige seiner sogenannten Nebenlager. Aber Gusen war anders und ist es für mich noch heute. Gusen ist ein Zeugnis, wie lautlos das dramatische Abgleiten in die Barbarei vor sich gehen kann, wenn sich die politischen Verhältnisse gegen die Menschlichkeit und die Menschenwürde richten. Und wie sich anschließend wieder Normalität einstellen kann, dass sogar die Wunden des Geschehenen unsichtbar werden. Gusen stellt für mich die Verbindung zu unseren heutigen Fragen dar, zur Aktualität der Lehren, die wir aus seiner Geschichte zu ziehen haben und den daraus folgenden Aufgaben, denen wir uns nicht entziehen dürfen.

Kein menschenverachtendes Regime wie das der Nationalsozialisten kommt so ohne weiteres an die Macht, wenn nicht vorher der gesellschaftliche Boden ideologisch aufbereitet worden wäre und das ich das lautlose, aber folgenschwere Abgleiten in die Barbarei nennen möchte. So waren es Humangenetiker, Rassehygieniker, Anthropologen, Ärzte, Psychiater und selbst heute noch anerkannte Persönlichkeiten, die sich lange vor der Machtergreifung der Nazis in den Dienst der „Rassenideologie“, der „Eugenik“ oder der „Volksaufartung“ stellten. Der stets präsente Antisemitismus und die pseudowissenschaftliche Ansicht, dass die „Vernichtung unwerten Lebens im Interesse der Erhaltung lebenswerten Lebens an Bedeutung“ gewinne, wurden schon in den 1920er Jahren Teil des „gesunden Volksempfindens“ und zur alles umfassenden Leitkultur. Die Nationalsozialisten konnten mit ihrem Rassenwahn und der Verachtung der Fremden, den sogenannten „Untermenschen“ auf dem vergifteten Boden aufbauen.

Aus Menschen wurden Juden, aus Demokraten Asoziale, aus Menschen mit Behinderungen lebensunwerte Existenzen und aus Andersdenkenden Volksverräter. Noch bevor die ersten Menschen in Konzentrationslager gesteckt und bevor sie millionenfach und systematisch ermordet wurden, hat man ihnen zuerst ihre Würde, dann ihre Rechte und zuletzt ihr Menschsein genommen. Darüber bestand längst ein weit verbreiteter, menschenverachtender Konsens. Demokratie und Rechtsstaat hatten ebenso abgedankt, wie die Menschenrechte jegliche Bedeutung verloren. Was will uns die Geschichte von Gusen heute sagen?

Erstens vermag sie uns vor Augen zu führen, dass die heraufdämmernde Gefahr eines Unrechtsstaats, einer Diktatur oder gar eines Kriegs zwar lautlose Vorzeichen haben mag, aber wer sie sehen will, kann sie sehen, wer zu lesen vermag, kann sie lesen, wer hören will, kann sie hören und wer zu fühlen imstande ist, kann sie fühlen. Solche lautlosen Vorzeichen sind wahrzunehmen, wenn Menschen, die Mitgefühl für andere zeigen, als „Gutmenschen“ diffamiert werden. Wenn Feindbilder aufgebaut und Fremde zu Sündenböcken abgestempelt werden, wenn eine österreichische Zeitschrift ehemalige KZ-Häftlinge ungestraft als „Landplage“ und „Massenmörder“ bezeichnen darf, ein Innenminister Flüchtlinge künftig „konzentriert“ unterbringen will, oder wenn sich Hass gegen Flüchtlinge und Bettler richten kann, ohne dass es einen Aufschrei gibt.

Wenn wir solche Vorzeichen sehen, lesen, hören oder fühlen, müssen wir uns zweitens die Frage gefallen lassen, ob wir etwas dagegen unternehmen, ob wir – die Zivilgesellschaft – Widerspruch erheben oder ob wir uns der Bequemlichkeit des Wegschauens, des Nichtlesens, des Nichthörens und der Gefühllosigkeit hingeben.

Was uns die Verbrechen der Nazis und Lager wie Gusen lehren, ist das kaum bemerkte Hineinsickern von Unmenschlichkeit, Hass und extremer Verachtung in das Herz, in die Mitte unserer Gesellschaft, bis sie allesamt letztlich zum „Volksempfinden“ werden.

Und zuletzt haben wir heute die Aufgabe, die Erinnerung an das geschehene Unrecht wach zu halten, sich den Menschenrechten, die vor genau 70 Jahren von den Vereinten Nationen als Antwort auf die grauenvollen Erfahrungen des Zweiten Weltkriegs beschlossen wurden, verpflichtet zu fühlen und unsere Demokratie und ihre Grundwerte zu verteidigen.

Deshalb sind wir auch heuer wieder nach Gusen gekommen, um uns vor den Opfern zu verneigen, um uns gegenseitig zu bestärken und um gemeinsam mit den vielen engagierten Menschen und der Jugend aus weiten Teilen Europas neue Kraft zu schöpfen. Ich danke Ihnen, dass Sie gekommen sind!

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